EL RONZAL Anna Gimein Desde siempre, tengo una relación de amor-odio con los proverbios. El que voy a violentar ahora es mi favorito. Le quito el caballo, para ponerle un asno: you can lead an ass to water, but you can’t make him drink. De hecho, esto se me ocurrió hace años, la primera vez que lo aplique a la imposibilidad de obligar a un hombre a una relación física que él no deseaba. Sí, ocurre, yo sólo encontré uno en toda mi vida. Existen muchas formas de llevar a alguien al agua –en España sería al huerto–, la sutileza no siempre funciona. Las proverbiales zanahorias no siempre están a mano. Procuro tener terrones de azúcar, pero lo que se utiliza con frecuencia es algo que tiene muchos nombres. El más común de ellos es ronzal. Una búsqueda rápida en internet nos dirá que existen en muchos colores y se sirven en toda España. Por otra parte, gran parte de las definiciones de los diccionarios para esta palabra mencionan que el artilugio sirve para dos cosas: conducir y sujetar. Buena combinación de verbos para el intento de llevarle el asno al agua. Quizás deba decir que profeso un gran amor hacía los asnos. Pero estamos aquí para hablar de burros. Cualquiera que haya intentado hacer arte estará de acuerdo en que ser artista implica una continua lucha de resistencia a ser conducido y sujetado. De hecho, los verbos de acción antes citados resumen bastante bien la relación que el artista pueda tener con el mundo; es una guerra de desgaste. Intentan conducirnos mediante todo género de cosas: la educación, la formación, las tendencias, el mercado, los concursos, las convocatorias, los premios, curadores, críticas, agentes artísticos, los museos, las galerías. Más veces que no, nos conducen a las ferias, y las ferias, ya se sabe, son de ganado, de toda la vida. Nunca digas de este agua no beberé. ¿Nos sujetan? A saber, la educación, la formación, el mercado, las convocatorias, las ayudas, curadores, críticos. Sí. Los mismos métodos suelen valer tanto para conducir como para sujetar. No exponer, no escribir sobre, no apoyar económicamente ni premiar al que no pase por el aro funciona bastante bien para sujetar al artistilla que no trabaje con los contenidos, dentro de las formas o con los parámetros a los que una u otra feria de vanidades de prioridad en cualquier momento dado. Y si aun así el bicho se ha colado, también se puede censurar. Y de muchas maneras. Últimamente, la censura está pisando fuerte por el mundo. No, no se trata de un diseño maligno por decreto, sino de mucha letra pequeña en las bases de todas esos papeles, paneles, tribunales, jurados, mesas, conversaciones, talleres y laboratorios. Las bases no son fundamentos ni columnas de mármol, son las palabrejas que especifican lo que interesa a la institución de turno y, por consiguiente, lo que no. Hay que aceptar y cumplir. Pero este juego se ha jugado así desde siempre. Siempre ha sido un tira y afloja, en hacer lo que quieres tú pero también hacer lo que quiero yo, aunque sea a escondidas, aunque sea con disimulo. En, a veces, pasar por el aro, y otras, salir por peteneras. Con equipos nacionales e internacionales, ganadores y perdedores. Los momentos y los lugares de los regímenes más totalitarios son los que más resistencia suelen crear. Quizás por ello estamos bastante inundados de arte político, declarada o disimuladamente, bueno y malo, y hasta indiferente y comestible, digestivo o indigesto. Arte político de calle, de museo, de salón, y hasta de feria. Es natural y, por feroz y silvestre que sea, hay que proteger la naturaleza. Sobre todo, si se va poder explotar. Resistencia es una de las palabras que se ve frecuentemente en el feed de mi Facebook. Por cierto, en el inglés pre-redes sociales, feed era una forma genérica de cuatro letras –una proverbial four-letter word– para referirse a la comida de los animales, puercos y pollos. Feed, fodder, forrage, todas palabras muy interesantes que se aplican a diferentes contextos. Fodder para la producción artística, forrage para lo que hacemos para sobrevivir. La resistencia también se ejerce en diferentes contextos. No debe sorprender. Cualquiera que no viva con los ojos y las orejas tapadas necesita resistir desde el café de la mañana hasta colocarse la mascarilla de dormir. No es porque nuestros sentidos se hayan agudizado hasta igualar a los de los animales, salvajes o domésticos, sino porque nuestro mundo –nosotros mismos– nos está gritando cada vez más fuerte; nos estamos susurrando cada vez con más insistencia. No hay madriguera donde esconderse. Susurramos cada vez más empalagosamente, gritamos cada vez más fuerte, como aquel alboroto ensordecedor que levantan las bandadas de pájaros que se congregan en el mismo lugar. Los del mismo bando decimos lo mismo. A veces lo bueno, pero lo mismo. En el mundillo artístico del final de la era soviética había un dicho sobre los escultores. Se decía que los escultores son como los perros, que todo lo entienden, pero nada dicen. Se conoce que el escultor soviético era una variedad especialmente silenciosa. Quizás por eso, a mis familiares no les pareció extraño mi entonces novio español – era en su época de escultor. Supusieron que aun sin la barrera idiomática, mantendría un silencio interesante. Los escultores, performers, accionistas y otras bestias de la granja artística tenemos una opción. Por muchas verdades y tonterías que digamos, como los demás humanos de la especie, también podemos hacerlas. Sin palabras. Por sujetados y conducidos que nos encontremos, por emocionante que sea cantar en coro en la insoportable levedad del ser, algunos, a veces, podemos hacer una cosita y quedarnos allí de pie, solos, mientras se quema el mundo, sólo un poco. Resistir la presión del aire antes de que llegue todo lo demás, los aplausos, la policía, el éxito o el fracaso, un huracán cualquiera. El silencio. ¿Has escuchado últimamente el rebuzno de un burro? Es difícil de soportar. Es difícil unirse a él. Los sentidos del burro y su rebuzno son los que hacen que se le haya empleado para avisar de la presencia del lobo.
No es fácil ser burro. Pero en última instancia, me conduzco yo y me sujeto yo. Si, puede ser un corolario a la acción de Llavata que se cita en este blog, Pa´ burro yo. Para ama, también yo. Ya hablaremos de otros verbos interesantes: explotar, dominar, subyugar, someter, humillar. Y ceder, resignarse, resistir. Todo lo que hacemos a los animales, lo hacemos a los humanos.
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